Un proverbio bíblico dice: “No retengas el bien de aquellos a quienes se les debe cuando resulta que está en tu mano el poder hacerlo”

En este caso, la palabra “retener” trasmite la idea de negarse a hacer lo bueno a favor de alguien.

Hay que reconocer que cuando vemos el dolor que está provocando el Covid19, así como las serias consecuencias de esta pandemia – graves problemas de salud e importantes problemas económicos – es fácil sentirse impotente ante la situación o hasta pensar que no podemos hacer nada. Por otro lado, quizás uno piense que en vista de que no todo el mundo demuestra gratitud por lo que recibe y que en ocasiones lo que predomina a nuestro alrededor es el egoísmo, es mejor ser solo generosos con nuestro círculo más cercano, con aquellos que algún día puedan correspondernos de algún modo.

Sin embargo, el proverbio citado nos anima a pensar en “el poder” que hay en nuestra mano, en lo que sí podemos hacer por otros. Y es que nunca sabremos lo que puede lograr un simple acto de generosidad, aunque lo único que podamos ofrecer sea nuestro tiempo y energías.

¿Has dicho alguna vez “si necesitas algo ya sabes…cuenta conmigo”?

De seguro que cuando decimos algo así lo hacemos con la mejor de nuestras intenciones y ni que decir tienen que, es el deseo sincero de querer ayudar, lo que nos motiva a ofrecernos de ese modo. Sin embargo, si bien es cierto que esas iniciativas son apropiadas, hay que decir también que la auténtica generosidad “adquiere poder” cuando con una iniciativa desinteresada y atenta toma acción ante las necesidades ajenas. Dicha iniciativa no depende de que se solicite ayuda de antemano, no necesita esperar sino que actúa aunque no se le pida y desde luego la persona generosa no espera que más adelante se le devuelva el favor ni que se le de algo a cambio.

La persona generosa es la que está dispuesta a “abrir la mano” y no ser un puño.

Por ilustrarlo, permitidme que cuenta una historia de dos hermanos carnales, uno generoso y otro tacaño.

Un día ambos hermanos se encontraron en un granero y el hermano tacaño le preguntó al generoso: “¿Por qué prosperas tanto si siempre eres generoso y das a manos llenas mientras que yo que doy tan poco sigo siendo pobre?”

“Te mostraré por qué” – contestó el hermano generoso.

Como se encontraban al lado de un barril lleno de semillas, el hermano generoso metió la mano y trató de coger tantas de aquellas suaves y relucientes semillitas como pudo y entonces cerró el puño. Cuando lo abrió, casi todas las semillas se escurrieron por entre sus dedos. “Eso es lo tú haces” – dijo el generoso a su hermano.

Entonces volvió a meter la mano, pero esta vez con la mano totalmente abierta y pudo sacar muchas semillas. “Esto es lo que hago yo” dijo el generoso.

¿Cuál es la lección?

Que en una “mano abierta” para dar siempre habrá más que en una mano que se cierra para no compartir.

Por lo tanto, ¿de qué dependerá nuestra manera de reaccionar a la necesidad ajena?

Quizás, ¿de nuestro dinero? No necesariamente.

Si de verdad deseamos “abrir nuestra mano” para ayudar, veremos que siempre hay algo que podremos hacer a favor de alguien, sin importar que tengamos mucho o poco en sentido material, siendo generosos y amables.

En realidad, la persona generosa, la que “practicar el dar”, siempre recibe, pues al compartir hacemos más felices a los demás y eso nos da gran satisfacción.

De ahí el principio que dice: “Hay más felicidad en dar que en recibir” (Hechos 20:35)

Para concluir, decir que, las personas generosas obtienen a manos llenas cosas que el dinero no puede comprar, esos regalos que no caben en una caja, como el amor, el respeto y amigos verdaderos que con un corazón lleno de aprecio sabrán poner en valor nuestros actos generosos.

Recuerda, ser generoso está en tu mano, ¡NO TE RETENGAS!

Hoy hemos hablado de cómo la generosidad contribuye a que la vida de otros sea menos difícil y más llevadera, lo cual nos hace felices.

Para la próxima ocasión, hablaremos de algo que contribuye a nuestro ánimo y bienestar.

¿A qué nos referimos?

A nuestras emociones y la importancia de saber controlarlas.

Mientras tanto, cuidaros mucho y ¡hasta pronto!