“Tus prejuicios son las voces de otros”
En 2005 ese fue el lema de la campaña que lanzó la Fundación Secretariado Gitano con el deseo de desactivar uno de los elementos que provoca la discriminación, a saber, el prejuicio.
Vivimos en un mundo donde se fomenta el orgullo, el creerse superior a los demás y ver inferiores a quienes son diferentes.
De alguna manera, la mayoría de las culturas – en mayor o menor medida – creen que su estilo de vida, comida, modo de vestir, costumbres, creencias, valores, etc.., son superiores a los de otras culturas”
Muchos gobiernos crean leyes contra el racismo y otros tipos de prejuicio. Sin embargo, no logran acabar con él. ¿Por qué? Porque esas leyes solo controlan lo que las personas hacen, y no lo que piensan y sienten.
Esa es la realidad: el prejuicio nace en la mente y el corazón de la gente.
Es fácil ver que otras personas tienen prejuicios, pero quizás sea más difícil reconocer que nosotros también lo tenemos.
La verdad es que, de algún modo, todos tenemos algún prejuicio debido a nuestra imperfección. Al tener un concepto negativo sobre una persona, grupo o colectivo, la tendencia suele ser la de dar un “trato diferente” e incluso poco amable.
Por lo tanto, merece la pena plantearse la siguiente pregunta: ¿qué puede ayudarnos a tratar a todos por igual y así evitar ser contagiados por el virus del prejuicio?
El libro de Proverbios 14:15 dice: “El ingenuo se cree todo lo que le dicen, pero el prudente mide bien todos sus pasos”
¿Qué significan estas palabras?
Significa que, si nos dejamos llevar por lo que nos cuentan y no por los hechos, juzgaremos mal a los demás.
Cuando una media verdad, una información incompleta e incluso falsa circula sobre una persona o grupo, puede dar a luz a la enorme injusticia del prejuicio.
Por ejemplo, en la Edad Media, se acusó falsamente a los judíos de Europa de envenenar pozos de agua y provocar una epidemia. Durante el régimen nazi, también se dijeron mentiras de los judíos y se les culpó de la crisis económica alemana.
En ambos casos, los judíos fueron víctimas de fuertes prejuicios, el cual se transformó en ira y odio, al grado de llegar a “cosificarlos”, es decir, a tratarles como meros objetos sin valor, despojándoles de su propia dignidad y esencia como seres humanos. Fue debido a ese prejuicio que se dio rienda suelta al exterminio de millones de vidas en el Holocausto nazi.
De modo que después de escuchar o leer un comentario sobre alguien o grupo de personas, la persona prudente, no se deja influir con rapidez. Antes de llegar a una conclusión precipitada, se plantea preguntas “para medir bien sus pasos”. Quizás preguntas como:
¿Estoy seguro de que la información es cierta?
¿Tengo todos los datos?
¿Procede de una fuente confiable?
De seguro estas preguntas pueden servir de filtro para ayudarnos a no precipitarnos a juzgar a otros y por supuesto no “dar nuestro corazón” a lo que hable la gente, como dice el título de hoy.
Otro antídoto contra el prejuicio es la humildad.
Las palabras de Filipenses 2:3 destacan el siguiente principio: “Humildemente piensen que los demás son superiores a ustedes”
Si somos humildes, reconoceremos que los demás son mejores que nosotros en algunos aspectos e incluso en muchos.
La humildad encierra una actitud mental sobre la opinión que tenemos de nosotros mismos, siendo lo contrario del orgullo o la arrogancia.
La persona humilde no se considera superior a los demás ni cree que su cultura sea la mejor en todo. No le cuesta reconocer ni los puntos fuertes de otros ni sus propias limitaciones.
¡Qué diferente sería si simplemente tratáramos de ver a los demás como superiores!
En realidad, no somos tan diferentes unos de otros pues todos nos enfrentamos a los mismos problemas y situaciones en la vida.
Al igual que el color de los ojos de alguien no puede decir si esa persona es o no confiable, tampoco su color de piel, nacionalidad o idioma define cómo es realmente.
¡Cuánto mejor es que nos esforcemos por conocer bien a los demás antes de dar una opinión, tratando de admirar y copiar las cosas buenas de la gente que pertenece a otra raza o cultura!
Ni que decir tiene que aplicar los dos consejos bíblicos que hemos analizado nos protegen y nos ayudarán a tener un mejor concepto de los demás, venciendo al prejuicio, lo cual nos hará si cabe mejores personas.
La semana que viene hablaremos de otro tema de interés: “¿Cómo vencer la soledad?”
Mientras tanto, aprovechamos la ocasión para enviarnos nuestros saludos junto con nuestros mejores deseos.