¿Quién no se ha sentido decepcionado alguna vez?

Cuanto más tratamos de seguir el ritmo acelerado de la vida moderna, más rezagados parece que estamos. Nuestras ocupaciones nos consumen de forma implacable mucho tiempo y energías, y cuando no hacemos lo que nos habíamos propuesto, solemos culparnos por ello. Puede que hasta comencemos a pensar que hemos fallado a los demás.

Así es, en la mayoría de las ocasiones, nuestros propios fallos pueden ser un motivo de decepción.

También es fácil que nos amarguemos cuando otros nos decepcionan, como cuando un noviazgo se rompe, un matrimonio se trunca o un amigo es ingrato. Debido a tales experiencias desagradables, algunos quizás piensen que mostrar cariño solo les traerá otra decepción, siendo muy difícil volver de nuevo a abrir su corazón.

Por otro lado, la vida puede cambiar radicalmente por muchas razones. Por ejemplo, podríamos perder de repente a nuestro cónyuge, el empleo, así como la salud. Sobre este último aspecto – la salud – ver como nuestras limitaciones aumentan a medida que perdemos movilidad y energía, puede contribuir a que nos sintamos frustrados. Es fácil ante esa situación que uno se impaciente consigo mismo por no poder hacer cosas que eran muy fácil y naturales antes de enfermar.

Todo lo expuesto deja claro que, en muchas ocasiones, es inevitable sufrir algunas desilusiones o decepciones, pero la clave está en saber como afrontarlas.

¿Qué podemos hacer para sobrellevar situaciones como estas?

Una de las claves para sobrellevar las decepciones está en aprender a tener expectativas razonables, tanto de nosotros mismos como de las situaciones de la vida que en ocasiones nos toca vivir.

El rey Salomón, quien se distinguió por una sabiduría inigualable, puso por escrito bajo inspiración algunos consejos muy útiles para que “no dejemos que las decepciones nos roben la felicidad”

“Las expectativas que tardan en cumplirse enferman el corazón” (Proverbios 13:12)

Esperar con anhelo algo bueno nos llena de felicidad, pero si no se cumple pronto, tal vez nos inunde un fuerte sentimiento de desilusión. El estrés puede abrumarnos, como seguramente sucederá cuando las aspiraciones son tan altas que sobrepasan la realidad.

¿Qué consejo puede ser útil para no experimentar dolor en nuestro corazón cuando algo no logramos ver cumplido lo que esperamos?

“La sabiduría está con los modestos” (Proverbios 11:2)

A menudo, las decepciones no vienen tanto como cuestión de “expectativas postergadas”, sino en muchos casos por “apuntar demasiado alto”; el deseo dominante de querer ser el mejor en todo.

Es mucho mejor reconocer tanto nuestras propias limitaciones como las limitaciones que en ocasiones la imperfección impone a la vida.

La persona modesta evita a menudo la angustia que produce el fracaso, pues conoce sus limitaciones.

Por el contrario, tener una expectativa de mira demasiado alta no deja lugar al fracaso y puede llevarnos a vivir bajo una competencia despiadada en la que se trata sin escrúpulos de “eclipsar a los demás”, lo cual termina en arrogancia, frustración u otras actitudes exasperantes.

Sin embargo, la persona modesta es razonable consigo misma y con los demás, incluso con las situaciones de la vida.

No se tortura pensando en lo que podría haber ocurrido o debería haber hecho, ni tampoco vive con nostalgia anclada a su pasado, sino que se concentra en las cosas positivas de ella misma, de los demás y de la propia vida.

Cuando se analiza a sí misma, no exagera los aspectos negativos, ni se considera un fracaso solo porque las cosas no hayan salido bien a la primera.

Tampoco reacciona de forma desproporcionada cuando sus amigos o conocidos se equivocan, pues tener en cuenta sus limitaciones le ayuda a no dejar de ver las buenas cualidades que estos tienen, lo cual evita que a pesar de todo se pierda la amistad.

De igual modo, ante la vida, trata de ver el lado bueno que produce la alegría de vivir.

“Un corazón que está gozosos hace bien como sanador, pero un espíritu que está herido seca hasta los huesos” (Proverbios 17:22)

¡Qué bueno es que incluso ante las situaciones adversas de la vida aprendamos a combatirlas cultivando el sentido del humor!

Dicen que “el sentido del humor tiene sentido”

Muchos investigadores atribuyen al humor propiedades curativas, pues está demostrado que la risa potencia el sistema inmunológico. No es de extrañar que en algunos hospitales se hayan creado las llamadas “habitaciones de la risa”, lugares donde los pacientes pueden disfrutar de juegos de mesa, ver películas divertidas, contar chistes o simplemente charlas con las visitas en una atmósfera más alegre.

La idea no es vivir como un cómico antes las vicisitudes de la vida, pero hay que reconocer que “añadirle humor a la vida” nos ayuda por un lado a aceptar nuestro lugar, a no tomarnos demasiado en serio y por otro lado a ver los problemas desde la perspectiva adecuada.

Las personas con sentido del humor por lo general son más flexibles y se toman con mayor calma las desilusiones que produce una decepción, estando así más dispuestas a adaptarse y no darle a algunas situaciones demasiada importancia.

Ni que decir tiene que estos sabios consejos no eliminan el dolor que puede producir una decepción, pero seguro que pueden ayudarnos a sobrellevar mejor las decepciones, no permitiendo que estas “nos roben la alegría de vivir”

La semana que viene hablaremos de un tema que sin lugar a duda requiere verdadero ánimo, pues abordaremos el tema de cómo podemos dar consuelo a quienes han perdido a un ser querido.

Deseamos que estas breves líneas os animen y alegren un poquito el día.

Aprovechamos la ocasión para enviaros un cariñoso saludo junto con nuestros mejores deseos.

¡Os esperamos la semana que viene!