A veces, los problemas de la vida nos parecen tantos y tan injustos que nos sentimos incapaces de aguantar el temporal. Puede que incluso pensemos que esto no se va a acabar nunca.

Muchos otros se preguntan “¿POR QUÉ?” La gente suele plantear esta pregunta cuando se producen catástrofes o tragedias. Incluso muchos reconocen que las calamidades son la razón principal por la que han perdido su fe en Dios, al plantearse que, si de veras Él existe y es el Todopoderoso, ¿por qué no impidió que esto sucediera?

Por otro lado, hay que reconocer que los problemas hacen que estemos tan absortos en nosotros mismos pensando en cómo resolverlos que, resulta fácil pasar por alto las necesidades de otros. No es raro que muchos se sientan incomprendidos e incluso piensen que nadie sabe por lo que están pasando, o que, si alguien lo sabe, no les importa demasiado.

Abrumados por el sufrimiento, muchas personas llegar a creer que no tienen motivos para seguir viviendo y profundamente angustiados se preguntan a sí mismos: “¿De veras le importo a alguien?” “¿Por qué no acabo con todo de una vez?”

¿Conoces a alguien que haya dicho algo parecido? Quizás…, ¿tú mismo?

Al igual que es imposible evitar que una tormenta pase por nuestra casa, del mismo modo nadie es inmune a tener que afrontar alguna desgracia en algún momento de su vida.

Pero algo también es cierto:

El dolor y la angustia, al igual que una tormenta, no duran eternamente

Como dice el título para hoy: ¡LA TORMENTA PASARÁ!

Ahora bien, mientras vamos afrontando las tormentas de problemas que van surgiendo en nuestra vida, quizás nos preguntemos:

  • ¿Cómo combatir con esos pensamientos de angustia?
  • ¿Podemos depositar nuestra confianza en alguien a quien de veras le importemos y tenga tanto el deseo como el poder de ayudarnos?

Veamos dos ideas:

NO CALLES LO QUE SIENTES

Como hemos dicho, son muchos los que están cansados de tanto sufrir y quizás ronde por sus cabezas la idea de poner fin a todo. Por lo tanto, Si ese es tu caso, busca ayuda de inmediato y habla cuanto antes con uno de tus padres, tu cónyuge, un amigo u otra persona, alguien que se preocupe por ti, que esté dispuesto a escucharte y que te tome en serio. No trates de resolver el problema por ti mismo ni confíes demasiado en tu propia opinión.

En ocasiones, la desesperación puede ser tan profunda y se alargue tanto en el tiempo que, nos afecte profundamente en nuestro estado emocional y mental, siendo quizás necesaria la ayuda de algún profesional que nos ofrezca un tratamiento eficaz que nos permita seguir hacia adelante con nuestra vida.

Un proverbio dice: “Cuando no hay comunicación, los planes fracasan, pero con muchos consejeros se consiguen buenos resultados”

Está claro que hablar de tus preocupaciones con alguien de confianza e incluso con un profesional no necesariamente las hará desaparecer, sin embargo, tener la opinión de otra persona te ayudará a ser más objetivo e incluso puede que te dé ideas prácticas para resolver algunos aspectos del problema en cuestión que por ti mismo nunca hubieras llegado a pensar.

Al hablar de nuestros problemas no tenemos nada que perder, al contrario, tenemos mucho que ganar, aprendiendo a vivir con el problema hasta que desaparezca.

LOS PROBLEMAS TIENEN FECHA DE CADUCIDAD

Ningún problema dura eternamente.

Es cierto que algunas situaciones pueden parecer insoportables, pero con el tiempo cambian y, por lo general, para mejor. A veces incluso hasta la situación puede mejorar de formas que nunca habrías esperado.

Algunos dicen que todo tiene solución…menos la muerte.

Sin embargo, impresiona mucho el punto de vista que tienen sobre la muerte aquellas personas que tienen convicciones religiosas, como por ejemplo quienes creen en la Biblia. Si bien, para muchos, la muerte es un problema irreversible y del cual no se puede salir, para otros, su fe les hace ver la muerte como un problema temporal, no como un “punto y final” en la vida, sino como un “punto y seguido”, pues creen en lo que la Palabra de Dios dice, al comparar la muerte a un sueño del cual se puede despertad gracias a la esperanza de la resurrección.

Gracias a esa esperanza, tienen la firme convicción de que “de la muerte se puede salir” y que volverán a ver de nuevo aquí en la Tierra a sus seres queridos que han muerto, debido a la siguiente promesa: “No se asombren de esto, porque viene la hora en que todos los que están en las tumbas oirán su voz y saldrán”.

Confían que como para Dios “nada es imposible” no solo tiene el poder, sino además el deseo de traer a la vida a todos aquellos que están en su memoria, pues ven en él a un Dios justo que “no se olvida del amor que le demostraron para con su nombre”

Viéndolo así, entonces…, si hasta la muerte puede tener solución, ¿qué se podría decir de “problemas menores” como los desastres naturales, las enfermedades y las pandemias, la contaminación, el hambre y las guerras?

Parece lógico concluir que también todos estos problemas desaparecerán.

Piensa en esto y recuerda: ¡LA TORMENTA PASARÁ!

Mientras tanto, busca refugio para que los problemas que tengan que afrontar no te hagan demasiado daño y déjate guiar por los buenos consejos. Poco a poco descubrirás nuevos modos de enfrentarte a los problemas o al menos a convivir con ellos, desarrollando al mismo tiempo cualidades valiosas en tu interior como: empatía, paciencia y aguante.

Por eso, mientras va pasando la tormenta, que esta sea nuestra resolución:

“Por lo tanto, no nos rendimos. Aunque la persona que somos por fuera vaya desgastándose, la persona que somos por dentro sin duda va renovándose cada día. Porque, aunque las dificultades son momentáneas y livianas, producen en nosotros una gloria de una grandeza cada vez más extraordinaria, mientras mantenemos la vista fija en las cosas que no se ven. Porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas” (2 Corintios 4:16-18)

Para la próxima ocasión, hablaremos de la importancia de nuestra actitud ante la vida, con el siguiente título: “Frágil por dentro, fuerte por fuera”

Mientras tanto, aprovechamos la ocasión para enviaros un afectuoso saludo junto con nuestros mejores deseos.

¡Hasta pronto!