Por todos son muy conocidas las medidas de protección básicas contra el coronavirus que la Organización Mundial de la Salud (OMS) promueve, como la de lavarse frecuentemente las manos con agua y jabón o usar desinfectante de manos a base de alcohol; el uso de la mascarilla y mantener la distancia social.
Lamentablemente muchas personas a diario pasan por alto estas medidas preventivas por su exceso de confianza y tienen que sufrir la consecuencia de ser contagiados por el Covid-19.
Debido a las nuevas variantes del virus y a la preocupante tendencia del incremento a nivel mundial de casos por contagio – incluso en un período donde una buena parte de la población ya está vacunada – muchos expertos reconocen la importancia de obrar con cautela, o dicho en otras palabras, la necesidad de “ser prudentes”
Un proverbio bíblico dijo: “El prudente ve el peligro y se esconde, pero los inexpertos siguen adelante y sufren las consecuencias”
El término original de la palabra “prudente” en este proverbio se traduce también como “sagaz” y ambas palabras conllevan la idea de “agudeza, ingenio o entendimiento”. Una persona con esas aptitudes es previsora y sabe qué cosas podrían empeorar una situación o exponerla a un peligro innecesario. La persona prudente piensa en las consecuencias de una decisión antes de tomarla.
Por ejemplo, imaginémonos que un amigo nos invita a una comida en su casa dónde va a invitar a otros amigos. Especialmente en estos tiempos de pandemia muchos contagios se producen en reuniones entre familiares y amigos. La persona prudente, antes de aceptar la invitación, tomará en cuenta algunos factores haciéndose las siguientes preguntas:
- ¿Cuántas personas han sido invitadas?
- ¿Será la comida al aire libre o en un lugar cerrado?
- ¿Qué medidas se han tomado para preservar la distancia social?
- ¿Tienen los invitados la misma determinación que tengo yo para prevenir un posible contagio por el virus?
- ¿Es el anfitrión una persona conocida por tener valores morales y respetar lo sagrado de la vida?
No son pocos los casos de personas que al principio de la pandemia se determinaron a seguir las medidas de protección, pero a medida que fue pasando el tiempo, se relajaron y el exceso de confianza hizo que su sentido de alerta disminuyera al grado de tomar decisiones que finalmente les hicieron “sufrir las consecuencias”, al contagiarse e incluso en el caso de algunos finalmente morir.
¿Cuál es la lección?
Evitemos situaciones que debiliten nuestra determinación de evitar el contagio, siendo prudentes y previsores al pensar en las consecuencias.
Otro proverbio de la Biblia dice: “La persona prudente actúa con conocimiento, pero el tonto exhibe su tontedad”
En esta ocasión se relaciona la “prudencia” con el conocimiento inteligente de la razón, es decir, con el proceso de raciocinio y un ejercicio sano de “sentido común”.
La persona prudente no se deja llevar por las prisas ni es impaciente, más bien se preocupa por estar bien informada y se toma su tiempo para llegar a sabias conclusiones.
Eso le permite actuar con perspicacia, es decir, percatarse de las cosas que no se ven a simple vista o que no son del todo claras.
¿Cuál es la lección?
La persona prudente actúa con conocimiento exacto y piensa muy bien las cosas antes de actuar.
Un último proverbio bíblico que destaca el valor de la “prudencia” dice lo siguiente: “El ingenuo se cree todo lo que le dicen, pero el prudente mide bien todos sus pasos”
En este proverbio se compara al “ingenuo” con el “prudente”
El ingenuo se deja arrastrar por lo que es popular o por lo que las personas prominentes creen.
Un claro ejemplo de esto lo vemos en la noticia dada a conocer por numerosos medios de comunicación a nivel mundial sobre las declaraciones de Donald Trump, el entonces presidente de los Estados Unidos, cuando dijo: “Lo que veo es que el desinfectante, mata [al virus] en un minuto […], igual hay una manera de hacer algo así inyectándolo en el interior […]. Sería interesante probarlo”
¿Cuál fue el resultado de tales declaraciones?
Pues bien, de nuevo los periódicos y medios televisivos publicaron la siguiente noticia: “Más de 100 ingresados en Estados Unidos tras ingerir detergente o lejía contra el coronavirus por las indicaciones de Donald Trump”
A diferencia del ingenuo, la persona prudente no cree todo lo que oye ni deja que otros piensen por él o ella; más bien “mide sus pasos”, o como diría aquel “va con pies de plomo” antes de tomar una decisión.
Reúne todos los hechos y actúa con conocimiento de causa.
El proverbio mencionado es especialmente oportuno en un mundo donde somos bombardeados por las llamadas “fake news”. Debido a la preocupación ciudadana por la evolución de la pandemia y la gran cantidad de noticias falsas que se están difundiendo sobre esta, la Organización Mundial de la Salud (OMS) vio la necesidad de habilitar una página para desmentir mitos sobre prevención y contagios.
Por otro lado, son tantas las recomendaciones y terapias diferentes que encontramos en internet para tener buena salud que, parece que nunca antes ha sido tan necesario como ahora aquello de ser prudentes.
Hay personas que con buena intención les gusta dar consejos “médicos” a los demás, aunque no se los hayan pedido. No está mal dar sugerencias básicas sobre el cuidado de la salud. Pero una cosa es hacer eso y otra muy distinta es tratar de convencer a otros que se usen ciertos remedios o terapias alternativas que quizás no funcionan en todos igual. Nadie niega que esas recomendaciones tengan el propósito de ayudar, pero no debemos olvidar que incluso los tratamientos y medicamentos más comunes podrían hacerle daño a alguien.
En estos casos, la alarma del prudente se dispara sobre todo si quien le hace la recomendación sobre cierto tratamiento no tiene credenciales o la preparación debida.
La persona prudente quizás piense: “Me están diciendo que estas vitaminas – o esta dieta, o estas plantas – han ayudado a muchos y tal vez sea así, pero….
· … ¿será verdad?”
· … ¿hay alguna evidencia científica publicada sobre este tratamiento?”
· … ¿Debería investigar más?”
· … ¿Debería preguntarle a alguien que realmente sepa del tema?”
Es natural que queramos estar sanos para disfrutar de la vida, por eso cada uno tiene que decidir por sí mismo qué tratamiento escoger.
¿Cuál es la lección?
La persona prudente obra con sensatez y posee agudeza; es juiciosa al no creer de inmediato todo lo que se oye y dice de un asunto.
En resumen, el prudente es previsor al pensar en las posibles consecuencias de una decisión, trata de estar bien informado en base a conocimiento exacto y se toma su tiempo al hacerse preguntas bien pensadas a fin de llegar a una conclusión sensata y razonable.
Después de todo lo expuesto, podemos decir y con razón que “ser prudente es la mejor vacuna”
Para la próxima ocasión hablaremos de la importancia de tener esperanza.
¿A qué se puede comparar la esperanza? ¿De qué modo nos puede ayudar en medio de estos tiempos difíciles de pandemia?
Todas esas preguntas se contestarán en el próximo articulado titulado:
“La esperanza – el ancla del alma”
Mientras tanto cuidaros mucho y disfrutar de un bonito verano.