“Hasta que la muerte nos separe”
Son muchas las parejas que pronuncian estas palabras el día de su boda en el deseo de hacer eterna su relación mientras se vive.
Es encomiable ver a matrimonios que durante décadas hacen de su relación un motivo de honra para Aquel que lo instituyó.
Con el tiempo, la unión y amor entre ambos cónyuges se vuelven cada vez más fuertes. Al igual que las raíces de dos árboles que crecen uno al lado del otro, los sentimientos de dos personas felizmente casadas se van entrelazando, al grado de hacer de esa unión algo indestructible.
Lamentablemente, debido a la herencia edénica, con el tiempo es bastante probable que, a causa de la edad avanzada, un accidente, una enfermedad grave e incluso una pandemia como el coronavirus, uno de los cónyuges muera y lo que entonces era una unión indestructible en vida, ahora se quede rota.
Por lo general, a quien ha enviudado le queda una mezcla de dolor, soledad y quizás hasta de ira o culpa.
Anna, que llevaba felizmente casada cuarenta años, perdió a su esposo no hace mucho. “Mi madre murió cuando yo tenía 13 años. Más tarde, perdí a mi padre y a dos hermanos, por último, a mi hermana. Pero ninguna de estas muertes me afectó tanto como la de mi esposo. El dolor fue insoportable, como si me hubieran cortado en dos”, cuenta ella.
Enviudar no es una simple vuelta a la soltería. Tras años de matrimonio, el esposo ya sabe cómo consolar y animar a su esposa cuando se siente triste o frustrada. Pero si él muere, ella pierde esa fuente de amor y consuelo. La esposa también aprende con el tiempo cómo lograr que su esposo se sienta seguro y feliz. No hay nada como su mano cálida, sus palabras tranquilizadoras y el interés que muestra en lo que a él le gusta o necesita. Con su pérdida, él siente un inmenso vacío. De ahí que muchos de los que han perdido a su cónyuge en la muerte vean el futuro con incertidumbre y temor.
El sufrimiento de quienes han enviudado suele durar años. Por lo tanto, no deberíamos ver sus lágrimas y períodos de tristeza como una señal de debilidad, sino como una consecuencia lógica de su enorme pérdida. Es posible que necesiten nuestra comprensión y apoyo durante mucho tiempo.
¿Se encuentra usted entre los millones de personas que han perdido a su cónyuge?
En tal caso, seguramente le gustaría saber cómo sobrellevar esta dolorosa experiencia.
Aunque no existe una fórmula milagrosa que funcione siempre, quizás le resulten útiles los siguientes principios y recomendaciones.
EL PROCESO DE ACEPTACIÓN
El Salmo 6:6 dice: “Me he agotado de tanto suspirar; toda la noche empapo mi cama de lágrimas; con mi llanto inundo mi lecho”
Algunos creen que llorar es signo de debilidad o, peor aún, que perjudica a la persona. Pero no es así.
Según la psicóloga Joyce Brothers – quien también es viuda – las lágrimas son el botiquín de primeros auxilios para las heridas emocionales.
En realidad, llorar es normal y, además, alivia el dolor. Así pues, que no le dé vergüenza hacerlo.
También es normal querer pasar algún tiempo a solas. Con todo, trate de buscar momentos para estar en compañía de familiares y amigos que lo comprendan.
A algunos también les ha ayudado responder las cartas y tarjetas de pésame que han recibido.
¿Por qué no aprovecha esta oportunidad para poner por escrito lo que le gustaba de su cónyuge y los momentos compartidos que recuerda con cariño?
Tal vez hasta pueda hacer un álbum con fotos, cartas y otros recuerdos.
Asimismo, es habitual que quienes pierden a un cónyuge se sientan confundidos y perdidos. De ahí la importancia de mantener la rutina. Haga todas las cosas – dormir, levantarse, comer – a las mismas horas que antes. Decida de antemano qué hará los fines de semana o en fechas especiales, como el aniversario de bodas, pues es entonces cuando se siente más la pérdida.
Además, sabiendo que la tensión emocional puede impedirle a uno pensar con claridad, no tome decisiones precipitadas.
Cierto proverbio bíblico aconseja: “El prudente mide bien todos sus pasos”
Así pues, antes de tomar grandes decisiones – como vender la casa, hacer una inversión importante, mudarse o volver a casarse – espere a que sus sentimientos se serenen.
LA VIDA CONTINÚA
Por muy traumática que sea la experiencia de perder a su cónyuge, la vida continúa. Trate de reanudar actividades que lleva mucho tiempo sin hacer y hacer cosas por otros.
Una viuda de 88 años llamada Esther da otras sugerencias. “Tras vivir cuarenta y seis años con mi esposo, lo que más me ha costado es superar la soledad. Pero me he dado cuenta de lo mucho que me ayuda mantenerme ocupada…también me ha venido bien rodearme de amigos que me escuchan. No siempre pueden algo que me consuele, pero me basta con que me dediquen tiempo”
No piense que nunca volver a ser feliz.
UN MOTIVO DE ESPERANZA
Muchos dolientes han visto en esta trágica experiencia un motivo de esperanza. Es verdad que desde el punto de vista humano la muerte es el fin de todo, lo cual solo lleva a pensar en un futuro sombrío.
Sin embargo, cultivar esperanza ha ayudado a muchos dolientes a ver la muerte como un punto y seguido y no como un punto y final.
Hace miles de años un escritor llamado Oseas, bajo inspiración divina dijo sobre la muerte: “¿Dónde están tus aguijones, oh, Muerte? ¿Dónde está tu poder destructivo, oh, Tumba?” (Oseas 13:14)
Durante siglos, estas palabras bíblicas han alimentaron la esperanza de muchos al anhelar el día en que la muerte deje de tener su efecto dañino y destructivo para que pronto puedan ver cumplida la esperanza de la resurrección cuando sus cónyuges dormidos en la muerte despierten.
Mientras eso llega, ahora es el momento de estar ocupados, hacer que el tiempo cuente siendo fuentes de ánimo y consuelo para aquellos que están en duelo.
Para la próxima ocasión, hablaremos de algo muy opuesto a la muerte, a saber, de la felicidad.
Es verdad que la felicidad puede parecer inalcanzable para muchos, pero ¿sabía que existe “El camino de la Felicidad”?
Aprovechamos la ocasión para enviar un saludo afectuoso junto con nuestros mejores deseos.
¡Hasta pronto!