“Por lo tanto, no nos rendimos. Aunque la persona que somos por fuera vaya desgastándose, la persona que somos por dentro va renovándose cada día”
Estas palabras fueron dirigidas bajo inspiración a un grupo de personas que vivían en la ciudad de Corinto alrededor del año 55 de nuestra era común.
Muchas de esas personas se enfrentaron a situaciones sumamente difíciles, problemas graves y tribulaciones que les desgastaron y afectaron su ánimo. De igual modo, nosotros también estamos haciendo frente a problemas de salud, apuros económicos y un sinfín de otros problemas del día a día que nos dejan marcados y con pocas fuerzas.
Aún con todo, nos resolvemos a decir: “No nos rendimos”
Nunca antes se hizo tan necesario el cultivar aguante, y más aún si tenemos presente este período turbulento de pandemia que nos está tocando vivir.
Ahora bien, ¿qué implica la palabra aguante?
El aguante es una cualidad muy valiosa y a la vez necesaria para poder afrontar los problemas y las dificultades.
Un diccionario define el verbo aguantar como “quedarse, y no retirarse, […] perseverar, mantenerse firme”. Y con relación al sustantivo que se vierte “aguante”, una obra de consulta señala: “Es el espíritu que puede sobrellevar las cargas por su esperanza inflamada, no por simple resignación […]. Es la cualidad que mantiene a un hombre firme contra los elementos. Es la virtud que puede transmutar en gloria la desgracia más grande, porque más allá del dolor, ve la meta”
Hay muchos ejemplos de personas que, aún siendo frágiles y vulnerables, han aprendido a aguantar frente a los envistes que les ha dado la vida.
De entre esas personas, me gustaría destacar el ejemplo de una mujer leal, alguien que debido a su difícil situación podría haber sido considerada por algunos como “la candidata perfecta al desánimo», pero quien, sin embargo, se resolvió a mantenerse firme ante las adversidades.
Permitidme que os hable de ella. Su nombre es MAITE MORLANS.
Fue criada en un ambiente familiar cariñoso, pero a los 10 años comenzaron sus problemas.
Empezó a sentir fuertes punzadas en las manos y los tobillos. Tras dos años visitando médicos, finalmente se le diagnosticó “trastorno autoinmunitario crónico” y “poliartritis infantil crónica”.
En un principio, para ella, aquellos términos eran solo expresiones raras, pero sentía que las noticias sobre su estado no eran buenas. Con el tiempo sus articulaciones seguían deformándose y el dolor era cada vez peor.
“Mi adolescencia fue muy dura. Tuve que aceptar que mi salud nunca mejoraría, pero no podía dejar de compararme con mis amigas, tan saludables y llenas de vida. Me sentía inferior y me volví introvertida. Temía que la gente dejara de verme a mi y sólo viera una silla de ruedas y una enferma” – comenta Maite.
Pese a los sentimientos de tristeza y los sentimientos de soledad, Maite aprendió una lección importante que le ayudó a aguantar.
¿Cuál fue?
Ella dijo: “No concentrarme en mi enfermedad y a interesarme por los demás en lugar de amargarme pensando en mis problemas”
Un claro ejemplo de ello fue lo que le sucedió en el verano de 2001. Maite sufrió un accidente de tráfico y se rompió las dos piernas.
¿Podéis imaginar lo que esto suponía para alguien que ya de por sí ya era muy frágil?
Pues bien, ella comenta: “Aunque tenía las piernas enyesadas, mi madre me llevaba por el hospital en la silla de ruedas. Todos los días visitábamos a unos cuantos pacientes, les preguntábamos cómo se sentían”
¡Qué buena actitud!
Un proverbio bíblico resumen bien ese sentimiento al decir: “Para el que sufre, todos los días son malos, pero el que tiene un corazón alegre goza de un banquete continuo”
Así es, nuestra actitud ante la vida hace que no nos resignemos ante las adversidades, sino más bien, que tratemos de hacer algo por otros – como hizo Maite – que pueda contribuir a que la vida o al menos unos instantes de la vida de otros sean mejores que los del día anterior.
Por otro lado, esa actitud hace también que disfrutemos de las cosas simples de la vida, como sentir la brisa en el rostro y oler el perfume de las flores. Todo esa nos da razones para sentirnos agradecidos por cada día de vida.
Para concluir, hay un último detalle que me gustaría destacar.
Antes se mencionó sobre la cualidad del aguante que es “el espíritu que puede sobrellevar las cargas por su esperanza inflamada”
Y esto es algo digno de mención en el caso de Maite.
Fijaros lo que dijo sobre la importante de la esperanza. Dijo: “Hay muchas cosas que no puedo hacer; las llamo mis ilusiones aplazadas. A menudo cierro los ojos y abro “mi ventana privada” a el nuevo mundo que Dios ha prometido. Me imagino saludable, caminando de acá para allá y disfrutando al máximo de la vida”
¡Qué excelente ejemplo de tener la esperanza de vivir como dice Maite en “un nuevo mundo”!
Cuando pensamos en Maite, es probable que muchos aún sigan fijándose en su frágil cuerpo de 29 kilos en una silla de ruedas, pero como ella dice: “Aunque por fuera me estoy debilitando, por dentro me estoy fortaleciendo. En efecto, soy frágil por fuera, pero fuerte por dentro”
Al igual que Maite, son muchas las personas que manifiestan ese mismo espíritu resuelto. A pesar de que tienen que aguantar graves problemas físicos o emocionales, no se dan por vencidas. La fuerza y la debilidad han moldeado sus vidas para esperar con aguante un mundo mejor.
Para la próxima ocasión, hablaremos de la figura de alguien que de seguro han sido o son muy especiales en nuestra vida y que por tanto merecen nuestra admiración: nuestras madres.
Mientras llega ese momento, aprovechamos para enviaros nuestros saludos junto con nuestros mejores deseos.
¡Hasta la próxima!