Desde el comienzo de la pandemia, a diario se nos informa del número de contagiados y fallecidos por el Covid-19 hasta el momento.
Y más allá de las cifras, cuando reparamos con mayor detenimiento en las vivencias individuales vividas por todos aquellos que han sido infectados por este peligroso virus, nos damos cuenta de la importancia que supone para el ser humano recibir ánimo y apoyo en nuestros momentos más frágiles.
Fue especialmente en el confinamiento donde se mostraron muchos gestos voluntarios por parte de la ciudadanía para reconfortar a otros con actos solidarios y llenos de gratitud. Para los ingresados en hospitales por el Covid-19, el recibir cartas de consuelo, así como dibujos cargados de ilusión fue algo inolvidable. Para los sanitarios y otros profesionales del servicio público, haber recibido desde los balcones puntualmente aplausos de reconocimiento a esa gran labor que incluso a día de hoy siguen realizando es, sin miedo a equivocarnos, sumamente importante.
Ahora bien, mantener ese nivel de gratitud vivo y constante no siempre resulta fácil. Especialmente después del confinamiento, al volver al día a día junto con el paso acelerado del tiempo – con sus problemas y bendiciones – hace que sin darnos cuenta nos vayamos centrando poco a poco en el molde de nuestra rutina y la consciencia por interesarnos por otros se vaya lentamente diluyendo.
Durante todo este período, donde el gran protagonista está siendo el coronavirus y sus estragos, hay un grupo de personas no tan visibles en las noticias que también merecen nuestro reconocimiento al dar atención a sus seres más allegados.
¿A quiénes nos referimos?
A los cuidadores.
Si bien es cierto que muchos de estos no están en el foco de la noticia, su labor de “grandes olvidados” merece también nuestra atención, pues pasan por momentos de ansiedad y angustia, muy preocupados por el devenir de sus seres queridos.
A este respecto, fijaros lo que comentó una mujer llamada Janice, quien cuidaba de un ser amado: “La seguridad del enfermo es una preocupación constante. Te invade un sentimiento de impotencia al ver que su condición empeora.”
Por eso, ¿cómo podríamos tenerles en cuenta y hacerles sentir que “ellos también lo merecen”?
- OFREZCÁMOSLES UN OÍDO QUE ESCUCHE Y UN HOMBRO EN EL QUE LLORAR
“Necesito desahogarme”. Así se expresan muchos ante la empresa titánica de cuidar de un allegado enfermo. Un punto en común entre los cuidadores es el de sentir que los problemas suelen ser más fáciles de afrontar y sobrellevar cuando puede hablarse de ellos con un amigo comprensivo. Muchos cuidadores que se sienten atrapados por las circunstancias descubren que hablar de la situación les ayuda a aclarar sus sentimientos y a aliviar la tensión reprimida.
Y es que no solo los enfermos, también los cuidadores necesitan apoyo moral, alguien que escuche sus temores y problemas, y comprenda cómo me sienten. Esos momentos pueden ser muy reconfortantes, sobre todo, cuando la situación se alarga en el tiempo
Los cuidadores pueden recibir mucho ánimo de un oyente comprensivo. Hay que “ser presto en cuanto a oír, lento en cuanto a hablar”, aconseja un pensamiento bíblico.
A este respecto, The Journals of Gerontology, también apunta que “el simple hecho de saber que uno puede contar con apoyo suele bastar para sentir un gran alivio”.
Pero, además de apoyo moral y de alguien con quien desahogarse, ¿qué más necesitan los cuidadores?
- UNA PALABRA AL TIEMPO APROPIADO ¡QUÉ BUENA ES!
Está claro que los cuidadores además de encontrar un oído comprensivo y un hombro en el que refugiarse, también necesitan estímulo, palabras de ánimo que pongan en valor su dedicación y esfuerzo. Las personas que atienden a sus familiares enfermos agradecen sin duda esa consideración amorosa. Como bien expresó un famoso proverbio inspirado: ‘El hombre siente alegría al dar la respuesta adecuada, ¡y qué buena es la palabra dicha en el momento oportuno!
Los que cuidan de los enfermos necesitan apoyo para desempeñar su importante papel.
Por lo tanto, la pregunta que se impone ahora es: ¿dónde pueden encontrarlo?
A la luz de lo que comentan muchos de los cuidadores, sin lugar a duda uno de esos lugares está en el círculo familiar. Todos los miembros de la familia pueden compartir la carga de atender al enfermo. Algunas personas señalan que el apoyo moral que reciben de sus seres amados y el escuchar con interés como si esos problemas expresados fueran suyos puede ser muy reconfortante y animador
Pero no solo queremos quedarnos en las palabras, vayamos un poco más allá…
- PASEMOS A LA ACCIÓN
Es interesante que algunos facultativos mencionan que cualquier medio de expresar amor y ánimo beneficia tanto al paciente como a la familia
Por eso, ¿en qué cosas podemos pensar cuando hablamos de ‘pasar a la acción’?
Para empezar, dicho “amor y ánimo” pueden expresarse mediante una visita personal y por qué no acompañada de flores o de algún otro detalle que demuestre que se ha pensado valiosa labor.
No minimicemos el poder de una visita, aunque sean solo unos minutos.
Es verdad que ahora – en tiempos de pandemia – debemos ser muy cautos a la hora de visitar a personas que no son convivientes. No obstante, la prudencia y el ser cautos para evitar contagios no debería de impedir que les siguiéramos demostrando a nuestros queridos cuidadores que los llevamos en el corazón. Quizás una llamada de teléfono, videoconferencia o incluso una breve nota puede significar mucho para aquellos cuidadores que están al pie del cañón dando lo mejor de sí al cuidar del enfermo.
¿Podríamos ayudar de otras maneras a quién “tanto lo merece”?
El apoyo que se dé a los cuidadores podría, y debería, incluir ayuda concreta, específica.
Elsa recuerda: “Agradecía mucho que vinieran mis amistades y me ofrecieran ayuda práctica. No decían meramente: ‘Si hay algo que pueda hacer, avísame’. Tomaban la iniciativa y decían: ‘Voy a hacer unas compras. ¿Qué quieres que te traiga?’ ‘¿Te parece bien que atienda un poco el jardín?’ ‘Puedo quedarme un rato con la paciente y leerle algo.’
Ofrecernos para ayudar en las tareas domesticas del día a día, como hacer las camas, preparar la comida, fregar los platos, o ayudar con los recados, puede aliviar en sumo grada la carga de los cuidadores
Y, cómo último detalle’ recordemos algo importante: al presentarse la enfermedad, los familiares y amigos, preocupados, suelen ofrecer ayuda práctica en los primeros instantes.
Pero ¿qué sucede cuando la enfermedad o la hospitalización se prolonga por semanas o meses?
Absortos en nuestro ocupado horario, es fácil que no veamos la tensión continua —y tal vez creciente— que afrontan quienes cuidan al enfermo. Sería muy triste que la ayuda que tanto necesitan empezara a menguar.
En conclusión, la próxima vez que tengamos la oportunidad de visitar a alguien que es cuidador de una persona enferma, ¿qué ideas podríamos tener presentes?
Tomemos en consideración los tres puntos analizados:
- Escuchemos con empatía
- Demos encomio sincero
- Ofrezcamos ayuda específica
Gestos prácticos y sencillos como lo ya mencionados pueden aliviar la carga de nuestros queridos cuidadores al atender a sus seres queridos enfermos.
Tenemos la oportunidad de que no caigan en el olvido al darles nuestro reconocimiento, ánimo y ayuda.
Recuerda. “ELLOS TAMBIÉN LO MERECEN”.
En ÁNIMO PARA LLEVAR ya hemos hablado de la importancia de ofrecer ánimo a aquellos dolientes que han perdido a un ser querido.
Sin embargo, hay un tipo de duelo menor, nada comparable con la pérdida de alguien querido que se duerme en la muerte que también merece la pena dar atención en estos tiempos complejos de pandemia.
Nos referimos al duelo por perder un empleo y lo que eso significa.
¿Cómo poder afrontar esa difícil situación?
La próxima ocasión hablaremos de ellos.
Recibid mucho ánimo junto con nuestros mejores deseos.
¡Hasta pronto!