La felicidad puede parecer inalcanzable cuando nos enfrentamos a problemas serios y difíciles de soportar.
Sin embargo, hay muchas personas que han aprendido a sobrellevar los problemas del día a día, las enfermedades y el sufrimiento y, además, darle sentido a la vida. ¿Cómo?
Empecemos por decir que la felicidad se ha descrito como una sensación de bienestar más o menos continua que va desde la satisfacción personal hasta una profunda e intensa alegría de vivir que, como es natural, nadie desearía que se acabe. Es más, como es un estado continuo de bienestar, se dice que “la felicidad no es un destino, sino un camino”. Así que, si alguien dijera: “Seré feliz cuando…”, en realidad, está posponiendo la felicidad.
Para entenderlo mejor, comparemos la felicidad con la salud.
Si queremos tener una buena salud, debemos llevar un estilo de vida sano, cuidando la alimentación y haciendo ejercicio. De igual modo, la felicidad es el resultado de seguir un buen camino en la vida, es decir, de regirse por valores sólidos.
Por lo tanto, un primer paso hacia el camino de la felicidad es recuperar aquellos valores que contribuyen a hacer de nosotros mejores personas.
¿Qué valores o principios pueden ser esos?
Aunque algunos valores son más importantes que otros, los que menciono a continuación son clave: la generosidad, la auto satisfacción, la resiliencia, el amor, el perdón, tener una vida con propósito y, cómo no, la esperanza.
Ahora bien, los valores solo ‘valen’ cuando los cultivamos y, este sería el segundo paso, los ejercitamos. De ahí que un libro muy respetado por sus sabios consejos, es decir, La Biblia ofrece este precioso y eterno principio:
“Hay más felicidad en dar que en recibir”.
La satisfacción que proviene de dar de forma altruista hace que muchos se sacrifiquen por el bienestar de otros. Si bien es cierto que con nuestras iniciativas no cambiaremos el mundo, si que podemos lograr que “al menos” la vida de otros sea por unos momentos más fácil y llevadera.
Sin embargo, hay un enemigo que puede limitar nuestro deseo de buscar el bienestar ajeno y que empobrece nuestros valores si permitimos que nos domine.
¿A qué nos referimos?
AL PREJUICIO.
¿Podríamos de algún modo estar contagiados del prejuicio y no saberlo?
El próximo día hablaremos de ello.
Mientras tanto, deseamos lo mejor para vosotros y que recibáis mucho ánimo.
¡Hasta pronto!