Vivimos en una época de grandes desgracias.

Las noticias que a menudo vemos sobre desastres naturales, hambre, guerras, crisis económica y enfermedades – especialmente ahora con el Covid 19 – hace que muchos estén sumidos en un hoyo profundo de tristeza y sufrimiento.

Desde luego es normal que en ocasiones nos sintamos abrumados por los problemas y presiones del mundo actual.

De hecho, no es realista esperar que nunca nos ocurra nada malo; más bien lo normal es esperar lo contrario. Puede ser que el suceso imprevisto o alguna mala noticia se presente en nuestra vida de repente y sin previo aviso. Desde luego, nadie es de hierro y las cosas nos afectan incluso más tiempo del que pensamos.

Por eso cabe hacerse la siguiente pregunta:

¿Cuál puede ser la clave para afrontar los golpes de la vida?

El título arriba anunciado nos da la respuesta a esta pregunta, al decir:

“Afrontemos con valentía los golpes de la vida”

¡Así es!  El valor es una clave importante; no siempre para cambiar una situación adversa en nuestra vida, pues hay situaciones que en este sistema no tienen solución, sino para aprender a sobrellevarla y hacerle frente sin agotarnos.

Ahora bien, ¿qué es el valor?

Cierto diccionario lo define como “fortaleza espiritual, emocional y moral para hablar y actuar sin temor ante dificultades y peligros” (The New Interpreter’s Dictionary of the Bible). 

La persona valiente es enérgica, decidida y, en ocasiones, heroica. Aunque es una cualidad donde no hay rastro de cobardía, eso no quiere decir que nunca tenga miedo, aunque aprende a conquistarlo.

La persona valiente no se rinde fácilmente, defiende lo justo y soporta el sufrimiento con dignidad y confianza.

Sin embargo, hay que decir que el verdadero valor no proviene de confiar demasiado en uno mismo, ni tampoco de la fuerza de carácter, pues a menudo, nos damos cuenta de que, por mucho coraje o determinación que le pongamos a la vida, en el fondo somos más frágiles y débiles de lo que creíamos en un principio. Las vicisitudes de la vida con frecuencia ponen de manifiesto la calidad de nuestro valor y aguante.

Muchos han encontrado su fuente de valor en el ejemplo de otros. Quizás palabras que les dijeron y que llegaron a lo más hondo del corazón haciendo de ese momento algo inolvidable; o ver cómo estos afrontaron con éxito sus mismos problemas sirvió también para infundirles las fuerzas que necesitaban para hacer lo mismo y seguir su legado.

También existe una cantidad considerable de personas que ven en Dios su verdadera fuente de valor, pues al acudir a Él por ayuda sienten una fortaleza especial – incomprensible para la razón humana – que permite sobrellevar los problemas con calma y sin miedo.

Un famoso perito, instruido en la Ley, quien después llegó a ser conocido como el apóstol Pablo, dijo bajo inspiración lo siguiente: “No se inquieten por nada. Más bien, en cualquier situación, mediante oraciones y ruegos […] hágale saber a Dios sus peticiones y la paz de Dios, que está más allá de lo que ningún ser humano pueda entender, protegerá sus corazones y sus mentes”

¡Qué interesantes son estas palabras!

“La paz de Dios” puede ayudarnos a afrontar las situaciones más difíciles – incluso aquellas que parecen no tener solución – haciéndonos sentir una calma interior que logra que desaparezcan de la mente y el corazón la intranquilidad, los malos presentimientos y sobresaltos, evitando la confusión y la perplejidad que la inquietud provoca.

Además, esa calma está llena de valentía y no solo logra que veamos los problemas con fecha de caducidad sino además que vivamos la vida con mayor serenidad y motivación – incluso aún no teniendo las mejores circunstancias – para tratar de hacer algo que contribuya a la felicidad y  continuo bienestar de otros.  ¿A caso no es eso de “verdaderos héroes”?

Ahora bien, llegados a este punto, hay que decir algo importante: el valor se enfrenta a un terrible enemigo. ¿A qué nos referimos?

Un proverbio dice: “Si te desanimas en los momentos difíciles, te faltarán las fuerzas”

El desánimo tiene mucho poder. Influye en nuestro estado de ánimo y por consiguiente en nuestras fuerzas. Su influencia negativa nos paraliza y desmotiva al grado de anular nuestro coraje y determinación. Entonces, ¿cómo podemos combatir el desánimo para seguir siendo valientes ante los golpes de la vida?

Dicho con sencillez: concentrándonos en las cosas positivas.

Hace mucho que los científicos conocen los beneficios físicos del optimismo. Es curioso, pero muchos de los pacientes a los que se les administra un placebo mejoran simplemente porque creen que están recibiendo un medicamento real. De hecho, también se ha demostrado la existencia del efecto contrario, conocido como nocebo: los pacientes empeoran simplemente porque alguien les dijo que el fármaco que estaban tomando les perjudicaría.

¿Cuál es la lección?

Si nos obsesionamos con situaciones que no podemos cambiar, solo conseguiremos desanimarnos.

Por lo tanto, en lugar de seguir dándoles vueltas a lo negativo, tomemos medidas prácticas para afrontar con valentía cualquier problema y concentrémonos en las cosas buenas de la vida.

Además de la valentía, hay otra ayuda para hacer frente a los problemas de la vida: LA RESILENCIA.

¿Qué es y cómo podemos cultivarla? La semana que viene hablaremos más sobre eso.

Mientras tanto, desear que tengáis una magnífica semana, al tiempo que os enviamos nuestro afecto y mejores deseos. ¡Hasta la semana que viene!